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Al principio ni la querían, despistaron a las autoridades de Competencia, luego les entusiasmó y ahora la quieren vender

Gerdau ha contratado al Banco Santander para que rastree el mundo a la búsqueda de un comprador para su filial en España, lo que hace algo más de una década se conocía como Sidenor. Bueno, en realidad esto es una suposición, porque lo cierto es que Gerdau no ha aclarado oficialmente qué es lo que quiere hacer y, más importante aún, tampoco ha definido exactamente qué es lo que está en venta. En España, más en concreto en el País Vasco, la multinacional brasileña ha colocado la sede de un holding del que además de sus factorías dentro de la Península Ibérica dependen también las instalaciones adquiridas en India. ¿Qué está en venta? Probablemente todo, pero Gerdau quiere esperar a conocer las primeras ofertas de aproximación para decidir si da el siguiente paso -negociar a fondo con uno o varios candidatos- antes de desvelar sus verdaderas intenciones. Por cierto, el encargado ahora de colocar la empresa, el Banco Santander, también fue el que gestionó su adquisición de Sidenor. Algo así como “a tí te la compré, pues ahora me la vendes”. Claro que entre lo que compró y lo que ahora vende hay grandes, enormes diferencias.

Se acerca el final de una historia, la presencia de Gerdau en el País Vasco, que ha durado apenas diez años, que -cuentan quienes conocen la trayectoria- comenzó con displicencia, actitud que dio paso al entusiasmo en apenas unos meses, para terminar en melancolía. Llegaron de rebote y se van porque también Brasil ha entrado en una espiral de recesión que ha colocado a todas las empresas ante una complicada tesitura: hay que vender las joyas de la corona, incluso la bisutería, para reducir el endeudamiento, porque los bancos se están poniendo muy nerviosos.Y no hay peor compañero de viaje que un banquero alterado.Y es que, en realidad, Gerdau tenía tantas ganas de invertir en España cuando adquirió Sidenor, como Artur Mass de dejar la presidencia de la Generalitat. Esto es, ninguna. No se ha contado jamás, pero es así.

Hay que viajar un poco hacia atrás en el tiempo -no es necesario montarse un un Delorean- para comprender la situación. El empresario vasco Sabino Arrieta -en realidad como líder de un grupo de inversores- había adquirido Sidenor al Estado en 1995. El grupo no había dejado de dar tumbos desde la crisis de finales de los 70 y principios de los 80 y estaba formado, básicamente, por un grupo de instalaciones de producción de acero y laminación en Euskadi, junto a una división de forja por estampación que tenía también una factoría en Collado Villalba y, por último, una factoría en Reinosa dedicada a grandes piezas forjadas. Unos años más tarde, en el 2000, Sidenor adquirió la compañía brasileña de aceros especiales Aços Villares -en realidad tomó el control al adquirir el 58% de las acciones- que era competidora de Gerdau. Ahí está la primera clave para entender la historia. Aços era tres veces más grande que Piratini, la división de aceros especiales de Gerdau en Brasil.

Al parecer, en 2005 la compañía siderúrgica Arcelor se interesó por la posibilidad de comprarle Aços Villares a Sidenor ya que estaban considerando la posibilidad de poner un pie en los aceros especiales -no se dedicaban a ello- y precisamente en Brasil. Cuando este asunto llegó a oídos de la familia Gerdau saltaron todas las alarmas. Tener que competir con unos empresarios vascos de capacidad financiera modesta era algo tolerable. Pasar a hacerlo con una multinacional de la potencia de Arcelor era más de lo que podían soportar. Así que directamente presentaron sus respetos para decir algo así como “nosotros también estamos interesados en adquirir Aços”. Y comenzó la competición del ¿quién da más?

Dos teorías

Gerdau, en principio, sólo estaba interesada en Aços Villares. A partir de aquí nacen dos teorías. Una señala que fue Sidenor la que dijo aquello de “o lo compraís todo o no hay nada”, mientras que la segunda versión apunta a que la aproximación fue algo más amable del estilo de “bueno…. también os podíamos vender lo que tenemos en España”. El caso es que, sea real una versión u otra, lo cierto es que Gerdau se tuvo que quedar con todo por algo más de 440 millones de euros. Bueno, en realidad, engañaron un poco -o lo intentaron- para solventar algunos problemas legales. Oficialmente sólo habían comprado el 40%, ya que el Banco Santander se quedaba con otro 40% y el equipo directivo con el 20% restante. Pero, en realidad, aquel montaje de dispersión de acciones no era sino una estratagema para sortear las dificultades que podía poner el CADE, la autoridad de competencia brasileña, por la concentración que se iba a dar en ese país con la suma de Piratini y Açcos Villares, ya que colocaba en manos de Gerdau, aproximadamente, el 70% del mercado de aceros especiales del país. Con el tiempo y cuando ya estuvieron seguros de que el CADE no pondría problemas, Gerdau puso a su nombre la totalidad de las acciones. “Los Gerdau jamás tienen socios”, asegura alguien que les conoce de cerca. “Y si puede parecer que los tienen, entonces es que quienes les acompañan son meros actores”, concluye.

Tenían lo que querían, Aços Villares y se metían en una aventura, poner un pie en Europa, que asumían con cierta distancia. Pronto, sin embargo, se tornaría en entusiasmo. En los años previos a 2005 Sidenor había ganado mucho dinero en su operativa en España pero en los dos siguientes ganó mucho más. En realidad, Gerdau amortizó la compra de Sidenor en apenas año y medio. Como quien encuentra una perla dentro de una ostra, mientras iba simplemente a coger percebes. De ahí que no fue extraño que ya a principios de 2006 el propio Jorge Gerdau, presidente de la compañía, anunciase al entonces lehendakari Juan José Ibarretxe su intención de apostar de forma decidida por sus inversiones en Euskadi, en su primer viaje al País Vasco. En plena euforia, los brasileños compraron a finales de ese mismo año la empresa guipuzcoana GSB en una operación que todos los especialistas consideran como la compra de acero a precio de oro. El compromiso de seguir invirtiendo en Euskadi lo reiteraría también Jorge Gerdadu en marzo de 2010 al lehendakari Patxi López, en esta ocasión en un encuentro que se celebró en una suite de un hotel de Sao Paulo. Pero, en realidad, desde un año antes Gerdau ya había congelado las inversiones en España y había dejado de apostar. Había llegado la melancolía que suele llegar después de los momentos de euforia mercantil. Tan sólo esperaba los acontecimientos y el devenir de la crisis a este lado del Atlántico, para acabar atrapado en su propia crisis brasileña. Hasta hoy, en que ha colgado el cartel de “se vende”, ahora que todo parece repuntar y que Sidenor, esta Sidenor, muy diferente a la que compraron, puede valer algo.